“El HPC y la simulación numérica deberían ser una política de Estado”

Antonio Russo, ex CPA-CONICET del CCAD, analiza las implicancias para nuestro país de tener un desarrollo deficiente y centralizado, en materia de supercomputación.

Recientemente, Chile anunció la creación de un nuevo Laboratorio Nacional de Supercomputación que integra a 44 instituciones científicas y académicas del país hermano. Esta es una muy buena oportunidad, no sólo para celebrar el ingreso de un país Latinoamericano al mundo de la supercomputación a gran escala, sino también para preguntarse por qué Argentina no tiene algo similar ¿De qué nos estamos perdiendo?, ¿cuál es la importancia de este tipo de sistemas?
Hace algún tiempo, un grupo de integrantes del Centro de Computación de Alto Desempeño (CCAD, UNC), encabezado por Antonio Russo, propuso crear una red semejante a la que se inaugurará en Chile, llamada Centro Federal Argentino de Supercomputación (CFAS). Lamentablemente, la iniciativa nunca llegó a materializarse y, en la actualidad, Antonio -quien se había repatriado- partió a tierras Europeas para trabajar como Especialista en Sistemas de HPC dentro de la Ecole Polytechnique Fédérale de Lausanne (EPFL), en Suiza. A raíz de esta noticia, conversamos con él acerca de las implicancias para nuestro país de tener un desarrollo deficiente y centralizado, en materia de supercomputación.

– ¿En qué consistía el proyecto CFAS?
– Nuestra idea era crear un gran centro de supercomputación en Córdoba y 4 o 5 medianos, diseminados por todo el territorio nacional que funcionaran como una red, con una misma estructura y con compras unificadas. Además esto permitiría aprovechar la rotación de las máquinas. Por ejemplo, cuando el centro más grande renovara una máquina a los 3 años de haberla adquirido para no perder competitividad, se podría dividir esa máquina aún vigente y con potencia de cálculo, en otras más pequeñas para los centros de proximidad. De esta manera se completaría su vida útil que es de unos 5 años, o sea, podría usarse durante dos años más.

– ¿Por qué lo pensaron como una red y no como un gran centro que condensara todo?
– En gran medida lo que se buscaba solucionar era la necesidad de trasladarse físicamente a un centro cualquiera, en un país tan extenso. Para que eso no ocurra, la gente debería poder conectarse desde diferentes lugares. El tema es que existe un gran problema de conectividad en Argentina y desde Chaco, por ejemplo, no sería fácil conectarse con un centro de Córdoba. Entonces la solución que habíamos diseñado era tener un gran centro en Córdoba, nacional, que pueda hacer simulaciones a gran escala al que se pudiera acceder cuando se necesitara mucha potencia de cálculo. Ahora, en el proceso de simulación numérica, los científicos van preparando sus códigos, van ejecutando trabajos que requieren menor potencia de cálculo y van probando; cuando están listos ejecutan los trabajos de simulación más grande que casi siempre dan origen a una publicación científica o, en el mejor de los casos, a una patente. Es decir que al lado de grandes supercomputadoras, es necesario tener clusters medianos locales, en diferentes lugares, para que estén más cerca de los diversos usuarios. De esta manera podrían no sólo acceder a una capacidad de cálculo determinada, sino también tener contacto con los ingenieros que administran esas máquinas y obtener soporte específico y de calidad. Lamentablemente no se hizo.

– ¿Por qué en Córdoba y no, por ejemplo, en Buenos Aires, donde ya hay quizás, una mayor infraestructura?
– Creo que uno de los principales problemas que tiene Argentina en todo sentido es que no hemos sabido ejercer el federalismo, y esto buscaba equilibrar un poco la balanza. Si uno mira a donde están todos los grandes laboratorios, los grandes centros de investigación y los clusters de cálculo, en nuestro país, actualmente, está todo en Buenos Aires -o AMBA, más precisamente-. A excepción de Córdoba que, un poco, balancea la cosa. Esto no es así en todos lados: hay Estados Federales que funcionan bien y eso está en la base de la discusión. Para dar un ejemplo, en Suiza, donde vivo actualmente, el único motivo por el que tengo que ir a Berna, la capital, es para ir a la Embajada Argentina. En Córdoba, o en cualquier otra provincia del país, tenemos que pasar sistemáticamente por la capital: para pedir subsidios de investigación, para aprobar los proyectos, etc. Yo creo que hay que ejercer el federalismo y una buena manera de hacerlo es descentralizar funciones por todas las provincias. En el caso de Suiza, por ejemplo, sus dos principales Centros de Súper Cálculo se ubican en dos cantones latinos, el de Ticino y el de Vaud, en vez de estar en la capital o en Zurich que es la ciudad mas importante. La supercomputadora mas potente del mundo no se encuentra ni en el estado de New York ni en el estado de California sino en Tennessee. Creo que son buenas prácticas a imitar.

– Más allá de este punto que señalás, ¿cómo es el estado de la supercomputación en Argentina?
Somos el único país del G20 que no tiene computación de Alto Desempeño; porque no hay una sola máquina digna de ese nombre. Si sumamos toda la potencia de cálculo que hoy tenemos instalada en todos los centros del país, no llegamos ni a un tercio de la potencia de la última máquina del TOP500.
Hay que destacar que los profesionales argentinos son de primer nivel, hacen milagros con muy pocos recursos, o sea que cuando a algún gobierno se le ocurra invertir en este tipo de tecnologías, vamos a ser líderes mundiales, porque tenemos gente ultra-capacitada. Pero hasta ahora los gobiernos, de todos los colores políticos, no han puesto nunca un centavo en esto.

– ¿Qué consecuencias tiene esto en el Sistema de Ciencia y Tecnología de Argentina?
– El principal problema que trae aparejado es que los investigadores tienen que apoyarse, muchas veces, en la capacidad de cálculo de otros países. Pero eso trae otro inconveniente: las investigaciones de estos investigadores que están simulando afuera, se orientan a temas que les interesan a estos países. Están investigando sobre temas que importan muy poco a la sociedad argentina; no son temas prioritarios para nuestro desarrollo como país. Y eso hay que entenderlo, la ciencia y la tecnología están íntimamente ligadas al desarrollo económico y social de un país. Argentina es un país que, hoy por hoy, termina investigando gratis para países desarrollados. Podemos seguir con ese modelo o construir un modelo soberano, autónomo y que nos permita desarrollarnos, para lo cual deberían empezar a hacerse las cosas de otra manera e invertir en capacidad de cálculo.

– Imagino que este no es el único ámbito que se ve perjudicado por no tener un sistema de Computación de Alto Desempeño…
– Claro que no. En primer lugar, yo creo que es imposible ejercer la soberanía en este siglo, sin poder de computación. Si una entidad -ya sea un Estado, una empresa o un individuo- no tiene poder de cálculo, está aislado de la sociedad. Y esto se ve de una manera muy simple en la diversidad de posibilidades que brinda un smartphone en relación a una calculadora, por ejemplo. Una empresa con capacidad de cómputo va a poder optimizar los costos en todas sus áreas, ofrecer a sus colaboradores mejores condiciones de trabajo y servir a sus clientes con precios más competitivos. A nivel país, lo que representa eso, en gran medida, es la informática paralela, o sea, es la simulación numérica en ámbito científico. Te doy un ejemplo simple. El cálculo del pronóstico meteorológico, sumamente necesario en un país que produce commodities, como el nuestro; influye directamente en la capacidad productiva del complejo agroindustrial. Y esto depende enteramente de la capacidad de cálculo, porque mientras mayor es tu capacidad de cálculo, menor es el mallado que podés hacer. Si vos podés calcular tu pronóstico dividiendo el territorio argentino en cuadrados de 50 km² -porque tu capacidad de cálculo no te permite calcular más que eso- seguramente vas a obtener pronósticos menos precisos y fiables que si tenés la capacidad para dividir el territorio en cuadrados de 1 km² . Ahora, un boletín meteorológico de calidad, beneficia no solo a los productores rurales, sino al sistema logístico, a la industria que produce maquinarias para trabajar los campos, a los contratistas que ofrecen sus servicios, etc. Es decir que el valor agregado de tu economía crece exponencialmente.
Los beneficios pueden verse en innumerables áreas. Personalmente conozco y te puedo mencionar, además del área de meteorología, el área de simulaciones de perforaciones petrolíferas: antes se perforaba para ver si había o no petróleo, ahora se hacen simulaciones y se perfora solamente en los sitios que más probabilidades tienen, bajando enormemente los costos. En lo que es producción industrial, se puede simular el comportamiento de un nuevo automóvil o de un avión. En la producción de fármacos se pueden simular las interacciones entre diferentes moléculas sin tener que invertir tiempo y dinero realizando los experimentos. Entonces, es una cuestión fundamental, más allá de cualquier división ideológica, tener capacidad de cómputo. Si nosotros queremos participar en el concierto de las naciones, queremos comerciar, intercambiar bienes y servicios, necesitamos tener los instrumentos que nos permitan generar valor y adquirir bienes. Hoy nadie puede producir bienes de calidad a un precio competitivo si no tiene poder de cómputo.
Es decir que el HPC y la simulación numérica deberían ser una política de Estado de todos los países del planeta, independientemente de su situación económica.

– Pero ¿qué inversión se necesita? ¿Argentina está en condiciones de afrontarla?
– Para empezar, está demostrado que el beneficio de la inversión que se requiere tanto en equipamiento como en recursos humanos, se multiplica, en el peor de los casos por 12 y en el mejor por 40 o hasta 45. Es decir que un Estado que hace una inversión de, supongamos, 100 millones de dólares en computación de alto desempeño, en 5 años (que es la vida útil de un equipo) recupera entre 1200 millones y 4000 millones de dólares. Es decir que no hay mejor inversión y la prueba está en que todos los países industrializados invierten masivamente en esto. No invierten más porque no disponen de más personal capacitado. En eso Argentina tiene una ventaja comparativa que es la gente capacitada, con niveles de salario relativamente bajos a nivel internacional; es decir que la única inversión que le falta es la de equipos y datacenters. Si no me equivoco, hoy Cordoba podría albergar en el nuevo datacenter de la UNC una supercomputadora que esté entre las 500 más potentes del planeta invirtiendo entre 15 y 20 millones de dólares que, en el caso de Argentina, representa aproximadamente el 0,01 % del gasto público anual. Argentina tiene todo lo que hace falta.